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El Castillo de San Cristóbal, del que sólo nos quedan los cimientos, fue parte fundamental de la historia de Santa Cruz y de las Canarias.

 

Por Jesús Villanueva Jiménez

 

 

El Castillo de San Cristóbal entró en servicio el 20 de enero de 1577, después de dos años de obras, durante el reinado de Felipe II. Desde sus almenas se defendió Santa Cruz y su puerto en tres ocasiones, las tres contra armadas británicas, las tres históricas victorias. La primera la lograda sobre la potente armada del almirante y corsario Robert Blake, el 30 de abril de 1657, cuando Santa Cruz sólo contaba mil habitantes, pues no era más que un pueblito de pescadores, puerto y parapeto de la capital San Cristóbal de La Laguna. La segunda contra el almirante John Jennings el 6 de noviembre de 1706, que con sus trece navíos, artillados con ochocientas bocas de fuego, se topó con el audaz don José de Ayala y Rojas, corregidor de Santa Cruz, y responsable de su defensa en ausencia del gobernador don Agustín de Robles —como fue el caso en aquellas fechas—. Y más reciente y trascendente la que conocemos como nuestra Gesta del 25 de Julio de 1797, conmemoración de Santiago Apóstol, patrón de España y de todas las Españas. Entonces fue derrotado el británico contralmirante Horatio Nelson, comandante una escuadra de nueve buques de guerra, por el Teniente General don Antonio Gutiérrez de Otero y Santayana, Capitán General y Gobernador de Canarias, al frente de un puñado de soldados y las Milicias Provinciales.

 

 

Lamentablemente, esta histórica fortificación fue derribada en 1929.

 

 

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